Ángel de Quinta

Literatura de COU

viernes 14 julio 2017

Desde que leí la noticia no deja de rondarme la cabeza. Es triste, pero es así. Lo que no tiene remedio sencillamente no lo tiene, y punto. Ya va siendo hora de que me deje de tonterías y acabe de darle vueltas a lo que fue y no es, a lo que era y no será ya jamás. Me lo repite una y cien veces una vocecilla dentro que no quiere que pase la segunda parte de mi vida lamentándome por todo lo que va cambiando a mi alrededor. Que ése no soy yo.

Se elimina definitivamente la asignatura de literatura universal de segundo de bachillerato. Bueno, lo de definitivamente es un decir. ¿Cuántas reformas y contrarreformas educativas hemos visto ya y cuántas nos quedarán por ver? Literatura universal, como dice la canción ¿a quién le importa? ¿A quién le importa lo que le sucediera a Aquiles en la guerra de Troya? ¿A quién le importan las flores del mal? Ni las del bien ¿A quién carajo le importan Zola, Flaubert o Kafka? ¿Un hombre que se convierte en insecto? Además, de eso ya hay una película.

El aula estaba en la segunda planta del edificio. Uno de aquellos modernos con galerías porticadas y pasillos al aire libre. La luz entraba en la sala por todas partes, y a través de las ventanas se veía la arboleda del camino hacia el santuario. Yo acababa de votar por primera vez, todo lo estaba haciendo por primera vez. Si te sentabas en las últimas filas podías fumarte un cigarrillo de vez en cuando, según quien diera la clase. Eran los primeros ochenta, Felipe González acababa de ganar las elecciones y quedaba tanto por delante…

Don Joaquín era el único profesor del instituto al que no se le tuteaba en aquellos días en los que dejamos de hablar de usted hasta al mismísimo zar de todas las Rusias. Y el único que iba siempre con chaqueta, daba igual la época del año. Nadie lo vio nunca con un polo o una camiseta. Y fumaba un puro. Siempre tenía uno a medias, ese olor lo precedía con un halo de misterio al que contribuía su sempiterna soltería o la casona en la que vivía con sus hermanos en el centro del pueblo. Una casa de la que emanaba un aroma arcano y frío que salía desde el patio cuando pasabas por la puerta. Al fondo se veía un cactus gigante que parecía a punto de destrozar el suelo con sus raíces.

Decían que en una habitación almacenaba todos los trabajos y exámenes de sus alumnos desde que empezó a dar clases de literatura, a finales de los años cincuenta. Y yo me lo creía a pie juntillas. Y me imaginaba el cuarto de techo alto soportado por columnas de folios apilados llenos de nombres de personajes y lugares ignotos, plagados de faltas de ortografía, medio deshechos por la humedad y con la tinta azul descolorida. Ahí, yaciendo en paz en el silencio de los días, de las décadas a la sombra. Anna Karenina, El Licenciado Vidriera, Ofelia, Don Lope Garrido, Desdémona, El Conde Lucanor, Mariana Pineda, Dorian Grey, Doña Jimena, Edmundo Dantés…

Por la manera que tenía de desenvolverse, mi profe de literatura de COU parecía un hombre de mundo. Por el modo en que hablaba uno estaba seguro de que acababa de regresar de dar su séptima vuelta al orbe. Pero en realidad nunca se alejó demasiado de aquella casa y aquel cactus, o eso creo. No le hizo falta reservar vuelos con meses de antelación, ni facturar online, ni pedir –suplicar- asientos en Ryanair, ni pagar seguros de cancelación. Igual que el Barón Rampante, él había decidido no bajarse de las ramas de sus libros. Ahí lo tenía todo, en su sala de lectura, cerca de sus discos de vinilo, el mundo entero a sus pies, y en sus manos. Y el tiempo pasando al compás de un marcapáginas.

Nos hablaba de aquellos libros tan importantes como si contaran historias cercanas. No lejos de allí mismo había una muchacha, de la que no iba a decir el nombre –jamás desvelaba al protagonista del chisme ni sus fuentes de información-, a la que le pasó algo muy parecido a lo que le ocurrió a La Regenta con el Magistral; “y alguien de aquí conoce perfectamente a uno que sufrió lo mismo que Aureliano Buendía ante el pelotón de fusilamiento…”, por poner un ejemplo.

Acercar la gran literatura a la realidad inmediata del alumno, ¡qué idea dios mío! Y sin necesidad de justificarla con doscientas páginas de programación didáctica llenas de palabras vacías de contenido. Porque no existe nada más vacío que una programación curricular de las que hay que hacer hoy, ¿o sí? Bueno, tal vez alguna escritura notarial o algún pliego de descargo, puede ser.

Y nos miraba como si nos conociera mejor que nosotros mismos. Y parecía saberlo todo de nuestro pasado, y casi de nuestro futuro, y siempre, siempre tenía algo interesante y divertido que contar. Para eso era profesor de literatura, ¿o no es para lo que sirve esta materia? Bueno, al parecer ya no sirve para nada.

Hoy, con más de ochenta años, sigue recordándolo todo. Y a todos, desde los protagonistas de aquellas viejas novelas hasta los alumnos de cada promoción con nombres y apellidos. Sin necesidad de acudir a google o a la memoria de su móvil. No tiene móvil, sólo fijo, si está allí lo coge, si no, tendrás que llamar más tarde. Y cuando lo miro, porque tengo la suerte de no haberme alejado mucho, sigo viendo en él algo de Rober Donat o de Peter O´Toole (en las dos versiones de Adiós Mr. Chips que conozco), una especie de caballero de otro tiempo que ya lo era hace más de treinta años.

Y aún sigue comprando libros y discos, aunque ya menos. No sé cómo le queda espacio en las estanterías de esa casona, por muy grande que sea. Bueno, también dicen que un día prendió fuego a aquella montaña de exámenes acumulados –igual es otra leyenda urbana-, así que ahora tendrá más sitio. Puedo imaginar el humo saliendo del patinillo y todas aquellas palabras mal escritas, todos los disparates, los nombres desordenados, Juan Antonio García Linares, José Enrique Valencia Pérez, Aldonza Lorenzo, Víctor Quintanar, Juan José Jurado Rodríguez, José Lizarrabengoa, Juan Santa Cruz, Inés de Ulloa, Rosa María Sánchez Burgos, Pascual Duarte… ardiendo juntos y revueltos, llenando el aire de partículas minúsculas de historias de gente real o inventada, que al fin y al cabo todos somos personajes de algún libro.

¿Qué van a estudiar los alumnos de segundo de bachillerato a partir de ahora? ¿Quién les va a hablar sobre Balzac o Molière? Da igual, lo mismo hicieron con las asignaturas de música o filosofía. Así les dejan más sitio para la tecnología y las estrategias de comunicación. ¿Pero cómo se van a comunicar si no leen?  ¿Y a quién le importa que no lean? ¿A quién le importa que no puedan distinguir entre un nocturno de Chopin y una sonata de Beethoven? ¿O entre el racionalismo y el empirismo? ¿Para qué sirve eso? ¿Para tener una charla en un bar? Los que toman tales decisiones no parecen conocer las palabras de Unamuno con las que decía aquello de que el interés supremo debe ser el de elevar el nivel de cultura general y despertar el gusto por las cosas que dignifican y afinan el espíritu. Mi profesor de literatura de COU seguro que sí las conoce.

Aunque bien pensado, igual tampoco saben quién es Unamuno. ¿Y a quién le importa?

 

 

 

 

 

image
Comentarios sobre Literatura de COU
Por Fernando Solano. el sábado 15 julio 2017 a las 10:57:48  

Magnífico ensayo. ¿A quién le importa que no sepan leer sin atrancarse ni siquiera un párrafo de tres líneas? Total, para las matemáticas n deben leer ( o eso piensan ellos, ignorantes de la vida)

Por Ángel Luis de Quinta Garrobo el martes 18 julio 2017 a las 07:00:48  

Muchas gracias Fernando. Sí, nos acordamos de esa asignatura porque nos marcó de alguna manera a los que siempre tenemos algún libro entre las manos.

Por Rafael Álvarez el domingo 16 julio 2017 a las 17:15:53  

Magnífico artículo. Los que somos padres de adolescentes vivimos una auténtica batalla. Ya no aspiro a que lean a Cela, a García Márquez o a Lope; no espero que oigan a Mozart o a Chopin. Me conformo con que descubran «algo» diferente, da igual lo que sea; que abandonen YouTube y las series. No hay forma, ¡y para colmo me dedico a la tecnología!.

Por Ángel Luis de Quinta Garrobo el martes 18 julio 2017 a las 07:03:59  

Pero si la tecnología es absolutamente necesaria! Claro! Lo que yo apoyo es alcanzar un nivelen el que exista un equilibrio entre las nuevas materias que se tienen que ir incorporando con el avance de los tiempos, pero sin despreciar algo que considero esencial para el crecimiento de eso que tenemos en lo alto de los hombros! jejeje Muchas gracias Rafael!

Por Chelo el domingo 16 julio 2017 a las 21:42:07  

Magnífico artículo. Como me acuerdo de esa literatura de Cou!

Por Ángel Luis de Quinta Garrobo el martes 18 julio 2017 a las 07:05:14  

Muchas gracias Chelo! Éramos tan jóvenes, y eso también marca ¿verdad? jejeje Un abrazo

Por María Montes De Oca el jueves 20 julio 2017 a las 21:04:27  

Qué maravilla de texto…ayyyy qué penita…yo sigo teniendo mi libro de Literatura de Cou…cuánto se perderán mis niños! Habrá que inculcarlo en casa..

Por Ángel Luis de Quinta Garrobo el domingo 23 julio 2017 a las 19:07:39  

Muchas gracias por leerme compañera!! Un beso

Por Susana el martes 25 julio 2017 a las 10:49:58  

Ángel, maravilloso artículo. ¿Y a quíen le importa?

Dejar un mensaje

Más entradas en el blog