Lucina Gil

Recuerde el alma dormida

viernes 07 abril 2017

Lavapiés, 20 de febrero.

Querido diario:

Hay personas del pasado que no vuelves a ver en tu vida, ni siquiera están ya en el recuerdo, y un buen día aparecen de nuevo. Esta semana, después de veinte años, he vuelto a ver a T. Varias veces. La primera, el lunes. Estaba terminando de hacer limpieza general. Busqué fotos viejas para tirarlas y encontré las de T. Fotos analógicas, en color, mate. Pegadas en un álbum junto a una breve reseña: León, verano de 1995. Picos de Europa, verano de 1996. Punta Umbría, primavera de 1997. Estreno de Perdona bonita, pero Lucas me quería a mí, Madrid, 1997. No tiré esas fotos. Por alguna razón no las tiré.

El martes por la mañana tenía muchos recados que hacer. No hice ninguno. En lugar de eso, fui hasta la calle de T. No sé cómo llegué hasta allí, ni por qué. Pero, por alguna razón, fui. Llovía. Me quedé un rato debajo de la marquesina del autobús. Se estaba bien allí. La luz gris, el olor de la lluvia, y el sonido del agua calle abajo (“el buen tiempo no son los días de sol”). Me pregunté dónde estarías en ese momento, ¿viendo llover desde tu despacho?, quizá hayas dejado la política, con lo que te gustaba, con las ganas que tenías de cambiar el mundo… Yo no he dejado la actuación, como tantas veces me aconsejaste, pero doy clase de teatro y literatura de vez en cuando, en eso sí te hice caso. Hoy tocaban las Coplas por la muerte de su padre, de Jorge Manrique. Les he preguntado a los alumnos qué visión tienen ellos de la muerte, ¿hay que aceptarla sin más cuando nos llegue?, ¿hay que vivir la vida como si cada día fuera el último?, ¿para qué afanarse en buscar el triunfo si al morir desaparece todo?
Ved de cuán poco valor
son las cosas tras que andamos
y corremos…
Caras de consternación adolescente.
No sé si hago bien preguntando esto, son muy jóvenes, ¿no sería mejor dejarlos en paz con sus vidas?
Después de la clase, vuelvo al siglo XXI, me conecto a Hotmail para mirar el correo y aparecen las noticias del día. La primera de todas, en primera plana: la noticia de tu muerte. “T. A. A. muere después de una larga enfermedad”. “Muere”. “Larga enfermedad”. Y tu foto. 20 años después. 20 años más viejo. ¿20 años no es nada? Y ahora muerto. Ni siquiera sabía que tenías cáncer. En lugar de llorar, me quedo paralizada, estatua, mármol. No puedo moverme. No me lo puedo creer. El lunes decido no tirar tus fotos. Ayer paso por tu casa. Hoy hablo de la muerte en clase…
…cómo se pasa la vida,
cómo se viene la muerte
tan callando…
Y ahora tu muerte. Tengo que aceptarla, claro.
…y consiento en mi morir
con voluntad plazentera,
clara y pura,
que querer ombre bivir,
quando Dios quiere que muera,
es locura.
Acepto tu muerte. Igual que acepté tu vida, y mi vida sin ti.
Y entiendo ahora tu aparición esta semana (tus fotos, tu calle…). Creo que has aparecido de nuevo para despedirte. Sin palabras, porque no podías pronunciarlas. Pero sí podías recordar, y has elegido los mejores momentos: León, verano de 1995. Picos de Europa, verano de 1996. Punta Umbría, primavera de 1997…
Gracias, T.
Hasta siempre.

Lavapiés, 26 de marzo.

Querido diario:
¿Cómo seguir viviendo después de la muerte?
¿Y para qué?
¿Y por qué esta vida y no otra en otro lugar?
Estas preguntas han planteado tres obras de teatro que he visto, como caídas del cielo.
La primera obra es muy muy muy corta.
La segunda muy muy muy larga.
La tercera no sé si es una obra de teatro.
Por partes:
La primera obra, Pan y leche, la vi en “Serendipia”, un localito del barrio de Quintana donde hacen microteatro. Descubro que hay vida más allá de Lavapiés. Y que en Quintana no hay hipsters. Qué gusto salir extramuros de vez en cuando. Micro-obra (muy bien) escrita por María Bestianes, también actriz, también doctora en filología especialista en La Celestina… Aclaración: La Bestianes puede hacer varias cosas a la vez pero no solo porque sea mujer. En la obra actúa Carmen Gil, otra actriz polivalente, y Esther de la Fuente. A esta última también se la puede ver en la segunda obra que he visto: 200 pasos. No me he enterado del todo porque es una creación colectiva y me pierdo con tantos puntos de vista. Pero mereció la pena, sobre todo, por ver a Esther de la Fuente. Por favor, más papeles para esta señora. No hubo una sola palabra que sonara a mentira. Ni un movimiento fuera de lugar. Ni un solo gesto forzado. Esther de la Fuente es toda ella de verdad. No actúa; es. Por favor, menos películas y series y obras de teatro testosterónicas y más historias con y sobre mujeres de verdad verdadera. Para variar.
La tercera obra / espectáculo / performance / yo qué sé, la protagoniza Alejandro Jodorowsky, actor / director / psicomago / yo qué sé,  en el Teatro Apolo (no sé si se sigue llamando así o le han cambiado también el nombre: ¿Teatro Mister Proper?). A Jodorowsky me lo creo porque predica con el ejemplo -su vida es su obra-, y porque vive como creo que hay que vivir-echándole redaños-, y porque su espectáculo consiste lisa y llanamente en él solo en el escenario hablando. Cero efectos especiales. Solo la palabra. Y, sin embargo, el teatro lleno hasta la bandera, y todos los espectadores actuando al son de su batuta. Porque los actores éramos nosotros, no él. ¿Psicomagia?, ¿teatro-encuentro?, ¿teatro-foro? Yo qué sé. Qué más da. “Lo importante es reírse. Hagan el siguiente ejercicio: ríanse de todo. Se me ha muerto el gato, jajaja. Me han echado del trabajo, jajaja. He perdido el pleito, jajaja. Se ha muerto el amor de mi vida, jajaja”. Larga vida a Alejandro Jodorowsky. Y a todos los que, como él, convierten el teatro, y nuestras vidas, en algo más que los ríos que van a dar en la mar.

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Comentarios sobre Recuerde el alma dormida
Por Isabel J el viernes 07 abril 2017 a las 14:02:17  

Uffff que hermoso y qué conmovedor. Te veo pronto?

Por Esther el miércoles 19 abril 2017 a las 00:06:53  

¡cómo eres, lucina! cómo sabes disfrutar de las pequeñas cosas. de esperar, algo que casi todo el mundo odia, tú haces un juego. una delicia. ya sea lluvia en una parada de autobús, o sol en tu terraza. todo es importante ante tus ojos. por eso tus palabras son mucho más valiosas. así que, gracias por cada sílaba y por regalarme tu mirada, que cuida e impulsa, desde una butaca. ¡qué suerte la mía!

Por Marta Gallegos el martes 22 agosto 2017 a las 23:48:38  

Uffff … abrazo enorme

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