Lucina Gil

Recuerdos y olvidos

viernes 28 julio 2017

Querido diario:

No paro de olvidar cosas: lo último: las llaves de casa dentro de casa, varias veces, y tengo que entrar a través del balcón de mi vecina, un 6º piso, Spiderwoman ha vuelto; fechas de entregas de trabajos o asistencia a talleres o cumpleaños o aniversarios; nombres de amigos de toda la vida mientras estoy con ellos hablando; nombres de actores famosísimos… ¿cómo se llamaba el que hacía de tío bueno rubio en Thelma y Louise?… Por no hablar de los despistes: el último: en vez de coger las croquetas maravillosas que mi madre me tenía reservadas en su nevera, me confundo de bolsa y al llegar a casa descubro que en vez de las croquetas maravillosas he cogido un pulpo. ¿Y ahora qué hago con el pulpo? Porque es tela de grande el jodío. Y feo. A este paso se me va a olvidar dónde vivo y un día de estos voy a entrar en una casa que no es la mía y voy a hacerle la cena a unos niños que no son míos y me voy a acostar con un marido que no es el mío, y con su mujer, los tres, un trío, mira, una nueva experiencia, no hay mal que por bien no venga. Y puede que también se me olvide dónde trabajo y entre un día en el Mercadona y me ponga a reponer estanterías. Alarma: ¿y si, llegados a un extremo, se me olvida quién soy? Eso no creo que pase porque, otra cosa que se me había olvidado: se me había olvidado que no sé muy bien quién soy. En fin, a este paso, se me va a olvidar hasta escribir, así que si ves que no te escribo más es por eso.

Debido a esta perturbación de la memoria no recuerdo muy bien lo que he hecho este mes… Sí recuerdo que he visto a mi adorado Álvaro Blázquez en un microteatro: Pasión mostrenca ¿Por qué adorado? Porque Álvaro Blázquez tenía la vida resuelta y lo ha dejado todo para ser actor.

To-do.

Y porque creo que no hay que tener la vida resuelta.

Y porque… hay otra razón pero se me ha olvidado. Pero sí recuerdo que era una razón importante.

¿Por qué olvidamos las cosas importantes? Según Emily Thorton, doctora en Antropología Generativo-Transformacional de la Universidad de Madison, Wisconsin, olvidamos porque necesitamos dejar espacio para…

También recuerdo haber visto ¿este mes? Atlas, en Matadero Madrid. Cien personas (no actores, sino personas, (no es que los actores no sean personas; algunos sí lo son), bueno, pues cien personas en escena, cada una con su discurso, y van saliendo de uno en uno a decirlo al público: “Si un electricista marica jubilado molesta…”. Y el resto de personas que están en el escenario, que ya son 86, repite a coro: “87 electricistas maricas jubilados molestan aún más”. Y así hasta 100.

¿Esto es teatro? Y, de serlo, ¿qué subgénero teatral? Lo mismo me da que me da lo mismo. No solo porque estoy en contra de los géneros y de cualquier etiqueta -pijos, perroflautas, machos alfa… ¿qué sabes tú de esa gente?, ¿quién eres tú para (pre)juzgarlos?, ¿en qué cajón te meterías tú?- sino porque lo que yo quiero no es un género, sino que me emocionen o me den que pensar, no salir del teatro igual que entré. Y, desde luego, no se sale de ver Atlas igual que se entró. Porque viendo ese fresco de nuestra sociedad actual compuesto por esas cien personas entiendes en qué mundo vives y cómo podríamos vivir mejor: con menos prejuicios y más autenticidad, desde luego.

El tercer mejor espectáculo ¿teatral? que he visto ha sido en el convento de las Clarisas de Carrión de los Condes, provincia de Palencia. Jueves Santo por la noche. Iglesia mudéjar, pequeña, humilde, solo iluminada por velas. Frente al altar, una hogaza de pan, una jarra de vino y unas copas. En los bancos, tres mujeres solas rezan en silencio. A su derecha, tras la verja del coro, las monjas sentadas, separadas, y calladas. No hay cura. No hay nadie más. Ni se oye nada más que el crepitar de las velas. Huele a incienso. No pasa nada, ni siquiera el tiempo. Pienso en lo importante que es la forma. Más que el fondo, porque a través de ella llegamos al fondo. Luego dejo de pensar. Apenas me atrevo a moverme. No quiero moverme. No quiero volver al albergue ni a Madrid ni a ninguna parte. Gracias Dios mío, te llames como te llames, gracias por todo, porque lo tengo todo.

Creo que estas cosas que recuerdo son importantes, por lo menos para mí. ¡Las escribo para que no se me olviden! Igual por eso te escribo, querido diario, para recordar. Despierte el alma dormida…

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Comentarios sobre Recuerdos y olvidos
Por Álvaro el lunes 31 julio 2017 a las 11:18:39  

Gracias Lucina. Por tus palabras, por tu sonrisa que ilumina el alma de aquellos que tenemos la suerte de recibirla siempre que estamos a tu lado, por estar ahí, por compartir, por ser tan hermosa por fuera, pero más aun por dentro.

Por Marta Gallegos el martes 22 agosto 2017 a las 23:38:07  

Queridísima Lucina , te leo y te estoy escuchando, al escucharte parece que te estoy viendo. Que natularidad y expresividad en tus palabras , niña vales pa tó!

De casualidad y por curiosidad he encontrado con este blog. Mil besos , ganas de verte más y que sea pronto .
P.D . Tu príncipe te echa de menos, vuelve pronto y te llevas lo que olvídaste 😉

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