Mucha valentía hay, además, en esta obra. Rojas y Rodríguez, pareja en la vida real, se exponen sin pudor como autores y como dramaturgos. Más allá de las superficiales coincidencias biográficas, lo que destila Felicidad es un profundísimo y honesto ejercicio de rigor como binomio y como creadores, tan profundo que asusta. No sé si desde fuera alguna persona es capaz de dimensionar adecuadamente la desnudez emocional y el abismo que este proceso debe de haber supuesto para ambos. Gracias, Cristina, Homero, porque en poco más de una hora habéis condensado el pánico y los sueños de toda una generación.

Y ahora, les dejo con este trozo de vida. Pasen, lean y siéntanse como ustedes mismos.