Hace años empecé una novela de Javier Marías y la dejé a las cuarenta páginas. En ningún momento se me ocurrió decir que las novelas contemporáneas son aburridas, ni siquiera que las novelas de Javier Marías son aburridas: como mucho habría dicho que yo, con aquella novela, me aburrí. Tampoco era algo que fuera comentando por ahí, ¿para qué? Y ésta es la clave del asunto: ¿para qué decimos lo que decimos?
Todo aquel que por una razón o por otra es escuchado –o leído- tiene la responsabilidad de cuidar el contenido de su mensaje. Y como es lógico, cuanto mayor o más sensible sea nuestra audiencia potencial, mayor habrá de ser ese cuidado. Nuria Roca lo explicó elocuentemente cuando Cristina Pedroche comentó detalles de su relación conyugal en unos términos que podían resultar nocivos para algunas de sus admiradoras (ver aquí). Javier Marías ha escrito una columna (ver aquí) que es nociva para cierto sector de sus lectores y, sobre todo, para el teatro. Y lo peor de todo es que lo hace con tono arrogante y afirmando que hace mucho que no va al teatro. La ignorancia es atrevida, sin lugar a dudas.
En su columna da a entender que su gusto responde a cánones muy conservadores, incluso arqueológicos, y eso no es ni bueno ni malo, pero lo que sí es malo es erigirse garante de la calidad y afirmar que lo que no está dentro de los cánones elegidos no sólo es malo sino además merecedor de sarcasmos. Si fuera un desconocido que gruñe en la barra de un bar me daría penita. Como es un escritor prestigioso que escribe en un periódico muy leído, me da una tristeza profunda y sobre todo rabia.
Javier Marías ha escrito con gran irresponsabilidad. Su texto desanima a ir al teatro; esto es: su texto desanima a participar en una actividad cultural. Y lo hace por discrepancia de criterio con algún director o dramaturgista, o con más de uno, eso es lo de menos. Vuelvo a la pregunta del principio: ¿para qué lo ha hecho? Y todo salpicado con un ataque ridículo a la reclamación salarial de las actrices valiéndose para ello de un símil tramposo. ¿Para qué lo ha hecho?
No voy aquí a replicarle detallando las bondades teatrales que él desconoce, eso ya lo hizo hace más de quince años el egregio Adolfo Marsillach (ver aquí). Se ve que Javier Marías no leyó el artículo, o no lo hizo con la debida humildad.
A lo mejor cree que está diciendo en voz alta lo que muchos piensan. Y es posible que haya muchos ignorantes que piensen algo así. ¿Javier Marías quiere convertirse en portavoz de cazurros? Me parece extraño y penoso. Una columna en un periódico como El País es un lugar privilegiado desde el que lanzar mensajes que ayuden a construir una sociedad mejor, y animar a participar en actividades culturales es una manera de hacerlo. Hacer lo contrario es dar pan a los que alimentan la estulticia. Si aún viviera Millán Astray, aquel que en su día le vociferó a Unamuno “¡mueran los malos intelectuales!”, recortaría la columna de Javier Marías y la pegaría orgulloso en el cuartel.
Javier Marías, con su crítica destructiva, cimentada en la ignorancia y la soberbia, ha metido la pata. Es posible que algún lector suyo estuviera dudando si ir o no ir a ver una obra teatral y finalmente haya dicho “no, que yo no quiero sobresaltos, como dice Javier Marías”. Es posible que su columna haya desanimado a algún espectador potencial que, tal vez, hubiera disfrutado de la obra, y probablemente se le hubiera alimentado aunque fuera solo un poquito el espíritu crítico. No creo que el novelista vaya a sentir satisfacción al saber que alguien no ha ido al teatro gracias a él. O a lo mejor sí, no lo sé. ¿Para eso ha escrito esa columna, señor Marías? ¿Para evitar que sus lectores vayan al teatro? ¿O para que los teatreros despreciemos cualquier criterio que no sea el suyo y hagamos exclusivamente obras dentro de sus cánones? O a lo mejor lo ha hecho sólo para crear cierta polémica y tener algo de vidilla, ¿para eso lo ha hecho? Honestamente, no se me ocurre una razón que no sea estúpida o despreciable, y esto me causa cierta desazón porque, señor Marías, ni de lejos le tengo por un estúpido.
Yo escribo esto para, por una parte, participar en el movimiento de respuesta a su columna, tratando de minimizar el daño que sus palabras puedan hacer a la profesión. Por otra, tengo mucha curiosidad por saber cuáles han sido los motivos que le han animado a ese artículo, y como sospecho que no soy el único con esta inquietud se lo pregunto desde aquí por si en alguna ocasión tiene a bien respondernos. ¿Para qué ha escrito eso, señor Marías?