Nadie que ame

martes 06 marzo 2018

Elegía para ser leída con «In the shadow of the cross», de Sufjan Stevens, sonando de fondo.

«El dolor del duelo es como un invitado borracho, cuando parece que se ha marchado vuelve a darte un último abrazo» Stephen King.

***

Ronald Barthes invitado en una fiesta pensaba: «ella ya no está aquí y la vida estúpida continúa»; todo parecía perder sentido. Ella era su madre.

Decía Schopenhauer que los hijos heredamos de la madre la imaginación o las ganas de crear. No sé si eso lo heredé de la mía. Quizá otras cosas. Quizá sus temores. O su voluntad. Aunque dice el filósofo que eso lo agrega la herencia paterna.

Me pasa lo que a quienes han perdido a su madre: al mirar sus fotografías, termino llorando. He llorado mucho y eso me ha ayudado. Sigo llorando. Creo que las lágrimas han inundado un vacío abierto. He creado una pequeña y dolorosa laguna.

Cuando la mía murió, hace unos meses, no pude aferrarme a la religión porque nunca estuvo ahí para mí como una garantía, como un refugio de nada. Opté por encontrar en la ciencia algún consuelo. Pero la ciencia no sabe mucho de consuelos.

Me encontré explicándole a mi hermana teorías sobre universos paralelos que hablan de que quien muere solo abandona el cascarón físico del cuerpo pero sigue viviendo en infinitos multiversos. Seré ingenuo. Mi hermana puso su cara de lucidez pero pude ver en sus ojos, por un instante, algo parecido al bálsamo. La necesidad de certidumbre. La necesidad de drenar aquella laguna.

La vida solo puede ser entendida en retrospectiva, decía Kierkkegaard. Y eso es lo que haces en un tanatorio. Retrospectiva. Eso fue lo que hice yo. Antes de besar el cuerpo frío, congelado, de mi madre. Recordar. Ir marcha atrás. Como cuando mi hermana me contó que durante esos días, tras morir mamá, todo eran imágenes del pasado.

El futuro es, entonces, imposible de franquear. Una barrera tan alta. Y tú te sientes tan diminuto de repente. Y adulto también, de repente. Pero un adulto diminuto.

Como si pudieses ser un niño sólo mientras tu madre está viva. Yo sentí eso. Sentí  el peso del cometido sobre mi espalda. Sentí que dejaba de ser un niño para siempre.

Fernando Arrabal contaba que cuando llegó de París, a enterrar a su madre, no pudo besarla porque un burócrata cerró el féretro. Yo te besé dos veces, mamá, el primer día, al llegar al tanatorio, y el último, antes de salir por carretera siguiendo al coche fúnebre.

Te dije cosas al oído, rodeado de mi hermana y de los tipos de  la funeraria. Te dije que iba a seguir mi vida, orgulloso de ti. Orgulloso de cómo peleaste por nosotros. De tu entrega. Te prometí que escribiría una obra para exorcizar todas mis flaquezas tras irte tú. Que solo ahí podría resarcirme de este jodido azar.

Mi hermana y yo pusimos nuestras manos calientes sobre la tuya, como un equipo que va a salir a jugar al campo. Como un equipo que sabe que su jugadora más importante se queda para siempre en el banquillo. Imposible no pensar que los vivos, quienes nos quedamos, no hemos decepcionado de algún modo a los que os vais. A los que os fuisteis. Lloro y pienso que es algo estupendo. Llorar es la única manera que tiene el padecimiento de pasar de un estado sólido a otro acuoso y volátil. «Salid sin duelo, lágrimas, corriendo», que dría Garcilaso.

Si la vida se entiende solo en retrospectiva, comprendo ahora cada imagen pasando por mi cabeza, cada espanto, cada vértigo aquellas horas.  Mi cuerpo helado frente a la lápida mientras dejaban sobre ella las coronas. Un autómata recibiendo abrazos. Con lo que cuesta recibirlos. Nada estaba ocurriendo en el presente. Todo se entendía solo en el pasado. En los días vividos. Isa me decía, «escríbele algo y se lo dejas dentro del ataúd». No supe qué escribirte. En esos momentos solo había súplica, congoja; la idea, no del todo aceptada, de tu ausencia.

A menudo uno no quiere despedirse, yo no quería hacerlo, porque el acto en sí implica lejanía.

Pilar me dijo por teléfono: «Yo cada mañana leo una frase que me reconforta: «Nadie que ame muere jamás». Nadie que ame.

Yo solo tenía esa canción de Sufjan Stevens en la cabeza: no hay sombra alguna a la sombra de la cruz.

Me convertí en piedra y los demás solo me entregaban alas. No le valen de nada las alas a una piedra.

Tu aparición me atraviesa. En la cocina, en el supermercado, en la carretera, en a vista de la casa desde el castaño que está al final de la finca. Parece que saldrás de un momento a otro por una ventana. Parece que saldrás a decirnos adiós con a mano. Mamá está ahí. La veo, la siento, le dije a mi hermana. Y ella me abrazaba. Y su abrazo era una cura.

Me traje conmigo tu bata, un fular y unas fotos. Como si esos objetos retuviesen alguna sustancia. Voy a prolongarte todo lo que pueda, me he propuesto. No hay nada que nos prolongue más que el recuerdo y eso es lo que haré. Eso es lo que hago.

Algo átono se instala en la vida de uno. Una rima asonante. Un vacío que es como un nuevo pequeño cosmos que has de habitar.

La vida es un laberinto hecho con una taimada línea recta. Ya lo sabía antes de que esto pasase.

Decía Roland Barthes que en la habitación de su madre, no por fe, puso un icono. Y, ahí, dejaba siempre flores sobre una mesa. Escribía: «llego a no querer viajar más para poder estar ahí, para que las flores que están ahí nunca se marchiten». Como entiendo el gesto, el ceremonial.

Varios días después de aquel catorce de diciembre, en que una parte de mi madre se fue, yo sentí la necesidad de comprarle flores. Llenar mi piso de Madrid de flores. Como erigiendo un artimaña; un bosque primigenio y frondoso en el que encubrirme.

Compré flores y las puse junto a una de tus fotografías. Esa en la que sostienes en brazos a tu nieta Martina y sonríes. Son flores para mi madre y mi padre a quienes he perdido en tan poco tiempo. Un acto del niño que se resiste a pensar que solo puede ser ya adulto; recorrer esa senda de un camino.

Hay un espejo que te ve por última vez, decía Borges. Yo creo que el recuerdo es un espejo que no dejará de verte nunca. Cada día que te bese en una foto.

Sí, cada día un beso. Ya sé que besar una fotografía de tu madre y pensar que está ahí es como pensar que Roma está en un suvenir del Coliseo que tengo pegado en la nevera. Pero es que Roma está en ese suvenir. Por eso lo pego en mi nevera. Por eso te besaré cada día.

Yo que no creo en la religión y solo desearía que existiesen esos universos paralelos donde mis padres podrían estar, quizá ahora, comenzando él a trabajar en la marina mercante y ella en Surrey escuchando, por primera vez, la voz de Tom Jones en un disco de vinilo.

Quisiera yo también estar escribiendo esto en universo paralelo al cumplir mis cuarenta y ocho, pero tengo diez años menos el día que realmente lo escribo.

Quisiera saber de física cuántica pero se me antoja similar a un acto de fe.

Quisiera pensar como Szymborska que la muerte llega siempre con ese instante de retraso.

Me quedaré con eso que decía Kierkkegaard para rematar su frase; quedémonos con eso, hermanita. Eso de que «la vida solo se entiende en retrospectiva pero ha de vivirse en perspectiva». Ese es todo el consuelo, que no es poco.

Te quiero, papá.

Te quiero, mamá.

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Comentarios sobre Nadie que ame
Por Buyviagraonline el miércoles 14 marzo 2018 a las 21:52:41  

Pues es sencillo. En Cordoba el 80 porciento de la poblacion tiene un seguro de decesos. Donde el 60 porciento de esos seguros son de unas compañias fuertes que se montaron sus propias funerarias viniendo de fuera de cordoba. Al montarles un tanatorio gratuito en San Rafael esas compañias con sus funerarias llegadas desde fuera de cordoba tendran el privilegio de contar con ese tanatorio y llevar alli a sus asegurados. Segun estima el ayuntamiento tendran unas 2000 salas al año. Salas que les quitaran a los tanatorios actuales, teniendo que reducir personal e incluso cerrar alguno de los tanatorios ya sea granadal o el de quemadas que se mantienen con su plantilla gracias a esas 2000 salas que el ayuntamiento nos quiere quitar. Por que hagan un tanatorio no quiere decir que vayan a haber mas defunciones, todos los años hay las mismas por estadísticas, 200 arriba 200 abajo pero siempre las mismas. TANATORIOS DE CORDOBA NO LE PREOCUPA LA COMPETENCIA. SOLO QUE SEA EN IGUALDAD DE CONDICIONES. Si quieren un tanatorio que se lo construyan las funerarias CON SU PROPIO DINERO Y EN SITIO LEGAL NO URBANIZABLE COMO DICTAN LAS LEYES. Leyes que se salta el ayuntamiento para coger pasta.

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